¡Hola preciosuras!
Lo sé lo sé, últimamente no estoy publicando con la asiduidad de siempre y no es porque haya encontrado el trabajo de mi vida y no tenga ni un hueco libre más que para descansar y comer ¡qué va! Sino todo lo contrario y, además, con unas cuantas pérdidas tanto monetarias como familiares (lo cual ha empañado sobremanera la celebración de mi cumpleaños). Ahí es nada. Y me he quedado "un poco bastante" tocada emocionalmente, que en mi opinión es una de las peores formas de que te toquen. Primero porque pienso que la actitud frente a la vida, frente a los problemas que surgen, las dificultades, las añoranzas, las pérdidas... si son positivas, si te sabes reponer, si buscas soluciones, son las que te hacen mirar el mundo de forma diferente, Seguir adelante y además, con una sonrisa en la cara. Aunque en un rincón de tu corazón estén bajo llave la congoja, la pena, el desánimo, todas las lágrimas del mundo. Y esas, esas no las puedes dejar salir nunca porque una vez que lo hagan, no se pararán. Y llevo un tiempo que pretendo tener la actitud pero mi corazón no me acompaña. Así que espero tener la fuerza de voluntad para mantener alejados de mi todos los sentimientos que hacen que me detenga y que no me permiten avanzar.
Unas puertas se cierran, otras se abren. Literal o metafóricamente las puertas cerradas te cortan el paso, no te permiten acceder al interior, ¿desaparece una oportunidad?. Si estás dentro no te dejan salir o incluso ¿te protegen? Si están abiertas dejan que pases, te ofrecen una opción, incluso una esperanza. Dicen que cuando una puerta se cierra otra se abre. Ahora sólo tengo que encontrar la que está abierta.
Y os preguntaréis qué me ha dado con las puertas... ja ja ja. Y es que en la iniciativa de #BloggerTraveller de este mes Paty desde Mi dulce melocotón nos proponía como tema las Puertas.
 --Patyyyy ¿¿habemus niñaaaa??-- No... aún no--
Así que hoy os voy a enseñar unas cuantas puertas de mi pueblo y os voy a contar alguna historia relacionada con ellas.
En el barrio de pescadores que os enseñaba el mes pasado aquí, las puertas eran grandes, de madera robusta y tenían tanto delante como detrás. La explicación es bien sencilla. Antiguamente no se tenía un paseo tan bien arreglado y acondicionado como ahora. El mar le ganaba terreno a la tierra y lo único que los separaba en días de tormentas y mar embravecido era... ¿nada? Así que en lugar de ponerle trabas al mar abrían sus puertas y dejaban que pasara el agua para que no ocasionara destrozos. En días normales estaba el mar, sus barcas, las redes y demás herramientas de pesca y...Sus casas. Que no digo yo que la estampa fuera bonita, incluso sobrecogedora, pero visto desde ahora, abrir la puerta de casa y encontrarse con...

De la otra forma... todo sujeto a cambios, al capricho del mar que da vida pero también puede quitarla con facilidad.
Y vista desde delante.
Se ha hecho obra para subir el suelo y adecuarlo a las necesidades actuales y a lo largo del tiempo se tiene que volver a acondicionar la fachada y todo lo demás porque el salitre lo estropea todo, cosas que tiene el tener una casa en primera línea. Hace ya tiempo os enseñaba la vista desde la ventana aquí.
La casa de la yaya es una de las pocas que perduran a lo largo del paseo de El Campello. La mayoría fueron vendidas y reconstruidas en edificios, comercios como bares, restaurantes, heladerías, cafeterías -terrazas de solaz- proliferaron rápidamente al convertirse en destino turístico frecuente. Aunque de vez en cuando podemos ver, entre heladería y restaurante fachadas y puertas como ésta.
Que si os fijáis es mucho más grande que la de la yaya. Fijaos en el sillón que hay al lado de la puerta... y echad cálculos.
Y cerca de ésta, otra mucho más moderna y de concepto más abierto. Que te permite ver lo que hay fuera pero si estás fuera no ves lo de dentro.
En segunda línea de costa, vamos, en la calle paralela sí que hay más casas "de las de antes". Ya os enseñaba esta el año pasado en el mes del #azul
Unas casetas de "reciente" construcción. Se han colocado a lo largo de la playa en puntos estratégicos coincidiendo con puestos de vigilancia señalados.
Y por último, aunque no menos importante. Una foto que quería enseñaros hace ya tiempo. Antiguamente -bueno, y ahora también pero mucho muchísimo menos- Las mujeres se sentaban en las puertas de sus casas a hacer labores. Esta Navidad en la comida de primos sacaron fotos y documentos de ---¿MariCastaña?--- la familia. Y entre ellas encontré una que me gustó mucho. Y pensé: Esta va para el blog.
Reflejo de una época no muy lejana aunque se nos antoje como del Jurásico y que nuestros hij@s ni se imaginarán.
Si te apetece seguir con el viaje puedes hacerlo desde aquí.